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domingo, julio 09, 2006

LA MALDICIÓN DE LA FAROLA

Y allí estabamos nosotros, queríamos comprobar si lo que nos dijo el Sacerdote era verdad. Aquella religión tan absurda llamó tanto nuestra atención que queríamos verlo con nuestros propios ojos.Yo portaba la farola. Fernando a mi izquierda me seguía muy concentrado y con gran interés. Roberto no apartaba un ojo de mí y de la farola, temía por nuestras vidas.

Llegamos a aquella playa céntrica de la ciudad y nos dirigimos a la orilla. Allí se nos apareció el "gran señor". El viento comenzó a azotar con fuerza y la mar a cabrearse.Cada vez me costaba más seguir con la farola en mis brazos. Y entonces aquella imagen, aparecida entre rayos y nubes, nos dijo lo que el anciano Sacerdote nos había advertido.Quisimos huir, miré hacia un lado, vi a Roberto, miré hacia otro y no ví a nadie. ¿Dondé estaba Fernando?

Nos estaba tirando piedras más grandes que puños desde el otro extremo de la playa. En realidad todo el ataque se dirigía hacia mí. Pero eso no era de extrañar, yo era el portador de la farola y la maldición se había cumplido. Desde aquel instante Fernando había sido poseído para matarme. Para suerte mía no lo conseguía, tenía conmigo a Roberto que paraba con el pecho cada una de las piedras que me tiraban.


Sueño de verano